miércoles, 13 de enero de 2010

Luz

Lo vertiginoso de lo cotidiano, el dinamismo de la vida, lo efímero de los hechos, enmarcan –delimitan- las acciones, y las reacciones por estas producidas.
Lo intrínseco e inherente al proceder de cada ser, favorece a la promiscuidad de los hechos.
La interrelación de los pensamientos, sentimientos y pareceres, condicionan gravemente el ámbito sobre el cual estos se desenvuelven.
La razón, la causa y el efecto.
En circunstancias por demás extrañas se brinda a la vida una luz pura que a través de los prismas se destila en millones de colores. La gamma inunda el espectro, y rebasa incluso la mera percepción. La imposibilidad de discernir entre las sutilezas de ellos hacen carecer de valor relativo a los similares, y sólo anteponerse por sobre los otros los notoriamente contrastados. La inequidad no es azarosa, y de nadie depende más que del propio entusiasmo de ver más allá de lo que se deja ver.
La luz envuelve la habitación, inunda y regocija el alma, y cada ser disfruta de su perspectiva. Las sombras son únicas para cada punto, y siendo estos infinitos, lo son también las sombras.
Ojos curiosos y expectantes rodean a la fuente luminosa. La luz se emite y reverbera en sus cuerpos; las sombras danzan al compás de la ocasión. Cientos, miles e incluso millones observan un único acontecimiento, y no existe coincidencia alguna siquiera en un par de ellos.
El hecho empírico, único; los puntos de vista, infinitos.