viernes, 5 de agosto de 2011

O(h)DIO(s)

La más bella de las contradicciones del Catolicismo radica en su forma de persuasión: mientras que los escritos bíblicos hacen hincapié en las acciones de Jesús en torno al amor por el prójimo, al respeto y la tolerancia, la forma eclesiástica de coaptación no fue sino a través del miedo endémico y sistemático; los 10 mandamientos han sido escritos para ser cumplidos, y no es debido este cumplimiento en torno a su intención de marcar un sesgo ético o moral, sino porque de no hacerlo, el castigo será inminente: el infierno aguarda pacientemente por los pecadores.
Los católicos no aman, sólo temen.

Económicamente hablando, un inversionista coloca en el sistema un bien material esperando por este un rédito: dinero.
Ideológicamente hablando, un católico deposita en el día a día una buena acción esperando por ésta reconocimiento: el Paraíso.
Un católico no es más que un oportunista.

El proceder del pensamiento científico indica que el estudio va de lo general a lo particular. Cuando lo macro es demasiado complejo se reduce el universo de estudio y el camino es el inverso: se estudia lo micro y luego se extrapola.
Si se toma como premisa el marcado egocentrismo del fiel católico -que prepondera la inmortalidad de su alma por sobre todo- se pueden injerir lógicamente los pasos a seguir por la doctrina, y se justifican las acciones y las medidas tomadas por ésta, tales como la disgregación, el odio de género y de raza, y el repudio al avance científico, tecnológico y social.
La religión católica no posee fieles, sino reclutas megalómanos.